lunedì 7 gennaio 2008

QUE NADIE TOQUE AL BEBE?


La Iglesia bendice la moratoria mundial del aborto
La iniciativa ha nacido en el campo laico, pero la jerarquía católica la ha apoyado inmediatamente. La nueva política de la Iglesia para la familia y la vida tiene un exitoso antecedente: el referéndum del 2005 en Italia en defensa del embrión. En adelanto, un análisis de Luca Diotallevi

ROMA, 7 de enero del 2008 – Navidad del Niño Jesús, fiesta de los Santos Inocentes, domingo de la Sagrada Familia, Fiesta de la Madre de Dios… En Roma, en Italia, en España las recientes fiestas navideñas han encontrado un inesperado y formidable eco no sólo en la Iglesia sino en la sociedad entera, también la más secularizada.

Familia y nacimiento. Estas han sido las dos palabras que han resonado más fuerte entre cristianos y laicos.

Benedicto XVI ha basado en la familia su mensaje al mundo para la Jornada por la Paz celebrada el 1 de enero. En la familia como “principal ‘agencia’ de paz”.

También los católicos en España han dedicado una jornada a favor de la familia, con un gran encuentro el domingo 30 de diciembre en Madrid. Un análogo Family Day, masivo, se tuvo en Italia, en Roma, el pasado 12 de mayo. La próxima cita será quizá en Berlín, en el corazón de la Europa descristianizada.

En Madrid el encuentro tuvo una marcada característica de Iglesia. Se desarrolló como una inmensa liturgia a cielo abierto, presidida por obispos y cardenales, ofrecida a la observación y a la reflexión de todos. El momento cumbre fue la comunicación televisiva con el Papa, que durante el Angelus, desde Roma, habló directamente a la multitud, en español.

También el 12 de mayo del 2007, en Roma, la plaza de San Juan de Letrán fue colmada sobre todo de católicos. Pero quien convocó y presidió el Family Day no fue la jerarquía de la Iglesia. Fue un comité de ciudadanos presidido por Savino Pezzotta, católico, y Eugenia Roccella, feminista de formación laica radical. Desde el palco tomaron la palabra también un judío, Giorgio Israel, y una musulmana, Souad Sbai. La familia que se propuso a la atención y al cuidado de todos no era primariamente la que es celebrada por el sacramento cristiano, sino la “natural entre hombre y mujer” inscrita en la constitución civil.

Todavía más trasversal en Italia ha brotado, en las pasadas fiestas navideñas, la iniciativa de promover también una moratoria mundial del aborto, después de la moratoria – votada el 18 de diciembre por las Naciones Unidas – de la pena de muerte.

Transversal porque ha sido ideada y lanzada por un intelectual no cristiano, Giuliano Ferrara, fundador y director del diario de opinión “il Foglio”. Y porque ha sido inmediatamente apoyada por el diario de la conferencia episcopal italiana, “Avvenire”, pero también por personalidades de diferentes credos, entre otros por el inglés Roger Scruton, “el filósofo más influyente en el mundo”, según el “New Yorker”.

La crónica de esta moratoria del aborto arroja luces sobre las modalidades con las que la Iglesia de Benedicto XVI, de su vicario el cardenal Camillo Ruini y de la conferencia episcopal italiana, se mueve sobre el terreno político.


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Esta Iglesia no exige que se haga ley lo que sólo por fe puede ser aceptado y entendido. Pero se bate resueltamente en defensa de aquellas normas que sabe que están inscritas en el corazón de todos los hombres.

El respeto de la vida de cada ser humano, desde el primerísimo instante de su concepción, es una de estas normas universales que la Iglesia considera no negociables. El hecho de que unos no católicos se alcen en defensa de la vida de todos los aún no nacidos es para la Iglesia una feliz confirmación de la universalidad de este mandamiento.

La Iglesia de Benedicto XVI, de Ruini y del cardenal Angelo Bagnasco, actual presidente de la CEI, ha visto pues con gran favor que un no católico como Ferrara haya tomado la iniciativa de lanzar la moratoria sobre el aborto.

Porque en efecto ha ocurrido así. Ferrara lanzó su primer llamado a favor de la moratoria del aborto ante la sorpresa de las pantallas de televisión de la transmisión “Ocho y media”, la misma noche del voto de la ONU a favor de la moratoria sobre la pena de muerte, el 18 de diciembre.

Al día siguiente, 19 de diciembre, el llamado salía impreso en “il Foglio”. En la tarde del mismo día “L’Osservatore Romano” publicaba en primera página una entrevista al cardenal Renato Martino, presidente del pontificio consejo para la justicia y la paz:

“Los católicos no consideran el derecho a la vida tratable caso por caso o descomponible. […] El ejemplo más evidente es el de los millones y millones de asesinatos de seres humanos inocentes, los niños no nacidos”.

El 20 de diciembre “Avvenire”, el diario de la conferencia episcopal, daba pleno apoyo a la moratoria del aborto, con un editorial en primera página de Marina Corradi y una entrevista a Ferrara.

El 21 de diciembre Ferrara anunciaba un ayuno desde la vigilia de la Navidad hasta el primer día del año nuevo, en apoyo del financiamiento público a los CAV, los Centros de Ayuda a la Vida, que socorren a las madres tentadas de abortar.

En efecto, en los días siguientes la Región Lombardía y la municipalidad de Milán dieron 700 mil euros al CAV de la Mangiagalli, la clínica milanesa en la que se practican el mayor número de abortos. En el último año, en esta clínica, el CAV ha logrado que nazcan 833 niños, ayudando a las madres en dificultad. En total, se calcula que todos los CAV que operan en Italia han salvado del aborto, desde 1975 hasta hoy, a cerca de 85.000 niños.

Mientras tanto, páginas y páginas de “il Foglio” se llenaban de cartas de apoyo a la moratoria. Un torrente creciente e imparable de cartas. Algunas de simple adhesión, otras, la mayor parte, de reflexión argumentada, de relatos, de experiencias de padres y madres, de historias dolorosas, de dedicaciones que llenan de entusiasmo. Centenares, millares de cartas en las cuales el protagonista absoluto era él, el pequeñísimo ser surgido desde la concepción, acogido, amado, exaltado. Difícilmente una Navidad podía ser festejada con una música más apropiada que este concierto epistolar.

Los autores de las cartas son por lo demás desconocidos. Muchos son católicos, pero no pertenecen a las elites de las asociaciones que recurren puntuales cada vez que hay que suscribir algún llamado. Las pocas siglas que aparecen aquí y allá son las de los CAV, o del Forum de las Familias, o de Ciencia & Vida: las asociaciones directamente comprometidas con el tema. Parece que los que escriben son prevalentemente los católicos “de domingo”, los que van a misa, pero que por lo demás permanecen en la sombra. O los oyentes de la popular Radio Maria. Pero también hay varios que no son católicos. Es una Italia poco presente en los grandes medios, pero que la moratoria del aborto ha hecho prorrumpir inesperadamente a la luz. Una Italia también poco practicante, pero en la que la impronta católica es profunda y difícilmente eliminable, incluso en los no bautizados.

Pero en concreto 'qué cosa propone la moratoria del aborto? Ferrara sueña “cinco millones de peregrinos de la vida y del amor, todos en Roma en el próximo verano”. Para pedir dos cosas a los gobiernos de todo el mundo: primero, “suspender toda política que incentive la práctica eugenésica”; segundo, “inscribir en la declaración universal de los derechos del hombre la libertad de nacer”. Con un manifiesto preparado por personalidades de diferente tendencia, como el francés Dider Sicard, el italiano Carlo Casini, el inglés Roger Scruton, el bioético norteamericano Leo Kass, el nuevo embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede, Mary Ann Glendon; “naturalmente excluyendo toda forma de culpabilizar, menos aún de perseguir penalmente a las mujeres que decidieran abortar” como lo permiten las leyes vigentes en vigor en varios países.

La noche del 31 de diciembre, entrevistado en un noticiero televisivo de gran sintonía, el cardenal Ruini ha sintetizado la posición de la Iglesia de la siguiente manera:

“Creo que después del feliz resultado obtenido en relación a la pena de muerte sería muy lógico referirse al tema del aborto y pedir una moratoria, por lo menos para estimular, para despertar las conciencias de todos, para ayudar a darse cuenta de que el niño en el seno de la madre es de verdad un ser humano y que su eliminación es inevitablemente la eliminación de un ser humano.

“En segundo lugar se puede esperar que de esta moratoria resulte incluso un estímulo para Italia, al menos para aplicar integralmente la ley sobre el aborto, que dice ser una ley que quiere defender la vida, por lo tanto aplicar esta ley en aquellas partes que de verdad pueden ser de defensa de la vida y quizá, a treinta años ya de la ley, ponerla al día con el progreso científico que por ejemplo ha dado grandes pasos adelante respecto a la supervivencia de los niños prematuros. Se hace así verdaderamente inadmisible proceder al aborto a una edad del feto en la cual él podría vivir incluso por sí solo”.

"L'Osservatore Romano" ha resaltado estas palabras de Ruini y el cardenal Bagnasco ha confirmado los conceptos de las mismas en el diario italiano laico de mayor difusión, el “Corriere della Sera” del 4 de enero.

Y a estas palabras han correspondido los hechos. En los mismos días, cinco hospitales de Milán se han dado nuevas “líneas guía” para la aplicación de la ley nacional sobre el aborto, prohibiendo el aborto después de las 21 semanas de vida del feto (antes el límite era la semana 24) y prohibiendo el aborto selectivo de un embarazo gemelar en ausencia de reales dificultades físicas o psíquicas de la gestante. Tales “líneas guía” pronto serán adoptadas por la entera región de Lombardía.

Es otro signo, este último, de que el llamado para una moratoria del aborto cae hoy sobre un terreno más fértil que en el pasado. El pensamiento laico ya no es más tan compacto en el negar la dignidad humana del concebido y en el cerrar filas sólo en torno a la dignidad de la mujer. Y la Iglesia no es más así de tímida y perdida como lo fue, en Italia, después de la catastrófica derrota del 1981, cuando un referéndum de iniciativa católica para eliminar la ley sobre el aborto obtuvo apenas el 18 por ciento del consenso.

La Iglesia italiana, al contrario, tiene hoy una fresca victoria en otro referéndum en defensa de la vida de los embriones, realizado el 12 de junio del 2005. Un referéndum cuya resultado – según un reciente estudio – ha sido sensiblemente influenciado por la identificación católica del pueblo italiano.

Resumir este estudio es de gran interés precisamente para entender mejor aún las actuales modalidades de acción de la Iglesia en la sociedad italiana: una sociedad que – único caso en el mundo, de estas dimensiones – mantiene vivos los caracteres de un catolicismo de masa a pesar de un contexto avanzado de modernización.


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El estudio aparecerá en el próximo número de “Polis”, la revista científica del Instituto Cattaneo de Bolonia. Su autor es Luca Diotallevi, profesor de sociología de la religión en la Universidad de Roma Tres, autor de estudios sobre la “anomalía” italiana publicados incluso en los Estados Unidos.

El referéndum del 12 de junio del 2005 fue promovido en Italia por grupos y partidos laicos para eliminar puntos importantes de la ley 40 del 2004 sobre la fecundación asistida; en la práctica, para liberalizar la selección, el uso y eliminación de los embriones producidos artificialmente.

La jerarquía católica, para hacer fracasar el referéndum, pidió a los fieles y a todos los ciudadanos no ir a votar. Y en efecto ocurrió así. El 74,1 por ciento de los votantes se abstuvo de votar. Los “sí” fueron apenas el 22 por ciento y no alcanzaron la mayoría ni siquiera en las provincias italianas más laicas y de izquierda.

Para evaluar la influencia del factor religioso sobre este resultado, Diotallevi ha cruzado cuatro datos: los “sí” al referéndum, la identificación católica, el civismo, la modernización social.

Como principal medida de la identificación católica Diotallevi ha tomado las firmas del 8 por mil a favor de la Iglesia. En Italia los ciudadanos contribuyentes tienen la facultad de indicar cada año, en la propia declaración de rentas, a quién destinar el 8 por mil de los impuestos cobrados por el estado: al estado o a la Iglesia católica, o a la comunidad judía, o a las Iglesias protestantes, etc. La casi totalidad de las firmas favorecen a la Iglesia católica, con un ascenso que últimamente ha llegado a tocar el 90 por ciento.

También para el grado de civismo y de modernización social Diotallevi ha tomado como medida datos cuantitativos, que especifica en su estudio. Es un hecho que del conjunto se concluye una muy fuerte correlación inversa entre la identificación católica expresada por las firmas del 8 por mil y el “sí” al referéndum.

En las provincias en las que es más bajo el número de firmas para la Iglesia católica – Bolonia, Livorno, Florencia, Ravena, Siena, Reggio Emilia… – los “sí” al referéndum tuvieron los porcentajes más altos, en torno al 40 por ciento.

Lo contrario ha sucedido en las provincias en las que las firmas del 8 por mil a favor de la Iglesia bordean la totalidad. Allí los “sí” han sido poquísimos, el 10 por ciento o hasta menos.

Estas últimas provincias son del sur, y son también las menos “cívicas” y modernizadas. Pero cuidado: para la mayoría de las provincias italianas, en particular para aquellas de Lombardía y de Veneto, los altos índices de identificación católica no se conjugan en absoluto con el atraso, sino con grados de modernización social y de sentido cívico muy avanzados.

En otras palabras, el factor religioso en Italia no resulta ser una reliquia del pasado destinada a desaparecer con el avanzar de la modernización, sino que permanece vivo en un contexto de fuerte modernidad. Y más aún – sostiene Diotallevi en la parte final de su estudio – se moderniza él mismo.

La identificación católica – escribe – no habría bastado, por sí sola, para producir aquel resultado en el referéndum del 2005. Debía ser activada. Y es eso lo que ha hecho la jerarquía de la Iglesia, con el cardenal Ruini a la cabeza, con movidas absolutamente nuevas respecto al pasado. Por ejemplo: optando por la abstención en vez que por el “no”; dictando anticipadamente la línea en vez de esperar que las organizaciones católicas se orientasen de modo disperso; favoreciendo la alianza con personalidades laicas de acuerdo con la Iglesia en la defensa de la vida naciente.

Antes todavía, cuando la ley sobre la fecundación asistida que sería después objeto del referéndum estaba aún en fase de elaboración, la jerarquía de la Iglesia había realizado otra movida inédita: a través del Forum de las Familias había hecho lobby en el parlamento, también allí con éxito, a favor de un texto que no coincidía en absoluto con la doctrina moral de la Iglesia, pero que consideraba aceptable como “mal menor”.

Así, pues, la Iglesia italiana venció el referéndum del 2005 en defensa del embrión: gracias a una campaña que fue también una formidable alfabetización de masa sobre cuestiones atenientes a la vida humana naciente. Una campaña eficaz. De los sondeos previos se concluía que el “sí” quedaba bloqueado, mientras crecía el número de los que optaban por la abstención “estratégica” sugerida por la Iglesia: en el último mes, del 17 al 25 por ciento del electorado.

Diotallevi concluye así su estudio en “Polis”:

“Ha surgido la realidad de una política eclesiástica conocedora y experta de los valores y del funcionamiento de los mecanismos políticos, culturales y comunicativos propios de una sociedad con modernización avanzada y de una democracia madura. […] El éxito ha dependido del haber apostado por el rol que podía jugar la identificación religiosa – dimensión de la religiosidad muy diferente de la participación – con la que las autoridades eclesiásticas han mostrado que no han perdido familiaridad. Para que ella emergiese no se han limitado a llamadas retóricas, sino que han preparado las condiciones más favorables”.

La moratoria del aborto es el nuevo gran escenario de esta modernización de la política de la Iglesia en defensa de la familia y de la vida.

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La revista del Instituto Cattaneo de Bolonia en el que se publica el ensayo de Luca Diotallevi:


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